¿Qué rasgos debe tener un líder?

Esta semana en NATEEVO celebramos nuestro evento anual, Team of Teams, donde unas 40 personas de la compañía nos reunimos para hacer un balance del año anterior y trazar la hoja de ruta para este nuevo año. El objetivo no es solo revisar números o establecer métricas, sino alinearnos como equipo, fortalecer nuestra cultura y asegurarnos de que todos compartimos una visión común.

En una parte del evento, tuvimos actividades de teambuilding, y más tarde, una charla motivacional en la que reflexionamos sobre el liderazgo. ¿Qué hace a un buen líder? ¿Cuáles son las cualidades que realmente importan? Surgieron muchas ideas: respeto, compromiso, integridad, visión, valentía. Todas válidas, pero mientras escuchaba, me preguntaba: ¿son realmente imprescindibles? Porque la realidad es que, a lo largo de la historia, hemos visto líderes exitosos que no necesariamente han sido ejemplos de respeto o compromiso, pero cuya influencia ha sido innegable.

Me quedé pensando en quiénes podrían considerarse los líderes de hoy en 2025. Como buen argentino, lo primero que me vino a la cabeza fue Javier Milei, pero también pensé en Elon Musk o Donald Trump, figuras indiscutiblemente influyentes. Sin embargo, quería alejarme de la política y del dinero, y buscar un líder cuyo impacto trascendiera esos ámbitos.

Y entonces, como católico, la respuesta fue inmediata: Jesucristo.

Jesús, el líder que transformó el mundo

Si nos detenemos a pensar, Jesucristo fue el mayor líder de la historia. No fundó una empresa ni dirigió un imperio, no acumuló riquezas ni poseyó ejércitos. Y sin embargo, cambió el rumbo de la humanidad para siempre.

Jesús es Dios hecho carne, el Hijo del Padre, quien junto con el Espíritu Santo conforma la Santísima Trinidad. Su misión fue clara desde el principio: salvar a la humanidad. Y lo hizo con las herramientas más poderosas que existen: la verdad, el amor y el sacrificio.

A diferencia de los líderes terrenales, Jesús no tenía nada y con nada se fue. No buscó poder ni reconocimiento, no dejó monumentos ni riquezas. Su legado fue su mensaje y su ejemplo. Viajó de pueblo en pueblo, compartiendo su vida con amigos y familiares, llevando esperanza a los marginados y enseñando que el verdadero poder está en servir, no en ser servido.

Pero Jesús no lideró solo. Supo que para que su mensaje llegara a todos, necesitaba un equipo. Y aquí es donde su liderazgo se vuelve aún más impresionante. No eligió a reyes, a sabios o a personas influyentes. Eligió a doce hombres comunes, pescadores, cobradores de impuestos, personas con historias y defectos como cualquiera. Vio en ellos un potencial que ni siquiera ellos mismos podían imaginar.

Los envió al mundo con una sola misión: llevar la Buena Nueva a todos los rincones de la Tierra. Y lo lograron. Gracias a su testimonio y sacrificio, el cristianismo se extendió hasta llegar a cada continente, cada cultura, cada generación.

Pienso en esto cada vez que viajo por trabajo. Me sigue pareciendo increíble que en cualquier rincón del mundo, incluso en tierras donde alguna vez reinaron los vikingos o los imperios más hostiles al cristianismo, siempre haya una iglesia. No hay mayor prueba del impacto de un líder que el hecho de que, 2000 años después, su mensaje siga vivo.

Pero lo más asombroso de Jesús es que sabía lo que iba a pasar. Sabía que uno de los suyos, Judas Iscariote, lo traicionaría por 30 monedas de plata. Y aun así, lo mantuvo en su equipo. ¿Por qué? Porque hasta los fracasos, las traiciones y los obstáculos forman parte del camino. A veces, en las organizaciones, nos encontramos con personas que no cumplen nuestras expectativas, que decepcionan, que incluso dañan el equipo. Pero eso no significa que el equipo esté mal construido. Incluso los errores son necesarios para llegar a donde debemos estar.

Hay una frase que siempre tengo presente:

«Si quieres ir rápido, ve solo. Pero si quieres llegar lejos, ve acompañado.»

El liderazgo en las empresas y en la vida

A lo largo de mi carrera, he tenido la oportunidad de trabajar con equipos increíbles. Y si algo he aprendido es que un líder no es el que brilla más, sino el que hace que los demás brillen.

No se trata solo de alcanzar objetivos o de hacer crecer un negocio. Se trata de construir algo que tenga sentido, que tenga propósito y que impacte positivamente en las personas. Me siento afortunado de haber podido formar parte de proyectos donde el equipo ha sido clave, donde la confianza y la autonomía han sido los verdaderos motores del éxito.

Pero también sé que nada es perfecto. A veces tomamos decisiones equivocadas, a veces alguien no encaja, a veces el camino se llena de desafíos. Y ahí es donde el liderazgo se pone a prueba. Porque cuando todo va bien, es fácil ser un líder. Lo difícil es seguir adelante cuando las cosas se complican, cuando hay críticas, cuando parece que nadie ve el esfuerzo.

Incluso Jesús fue cuestionado. Hizo milagros, sanó enfermos, predicó la verdad, y aun así, hubo quienes no creyeron en Él.

Si eso le pasó a Él, ¿cómo no nos va a pasar a nosotros en nuestro día a día?

Un líder debe empujar, incluso cuando las condiciones no son favorables. En el camino, siempre habrá obstáculos, siempre habrá quienes duden, quienes critiquen, quienes intenten desviarte de tu propósito. Pero si tienes una visión clara, debes seguir adelante.

Jesús mismo enfrentó esto. Fue tentado en el desierto. El demonio le ofreció poder, riquezas, reconocimiento. Pero Jesús no se desvió.

«No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»

Hoy en día, en el mundo de los negocios, las oportunidades para desviarnos son constantes. Hay atajos, hay tentaciones, hay caminos más fáciles. Pero un verdadero líder sabe cuál es su propósito y se mantiene firme.

Las 7 cualidades de un líder según el ejemplo de Jesús

Si analizamos la vida de Jesús, podemos extraer siete rasgos esenciales que todo líder debería desarrollar:

  1. Visión clara: Saber de dónde venimos y hacia dónde vamos.
  2. Incorruptibilidad: No ceder ante la corrupción, la mentira o la injusticia.
  3. Desapego de lo material: El problema no es tener dinero, sino ser esclavo de él.
  4. Capacidad de formar un equipo: Un líder no avanza solo.
  5. Propósito de vida: Más allá del éxito profesional, debe haber una misión.
  6. Trabajo incansable: No se trata de horas, sino de compromiso real.
  7. Legado: Un verdadero líder deja huella en los demás.

Tener un propósito es lo que marca la diferencia. Es lo que define no solo nuestra carrera, sino también nuestra vida, nuestras relaciones, nuestras decisiones.

Por eso, quiero dejarte esta pregunta:

¿Cuál es tu propósito en la vida?

No tu trabajo, no tu título, no tu sueldo.

¿Quién eres más allá de lo profesional?

Si te cuesta responder la pregunta, quizás sea hora de empezar a buscar respuestas.

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