
Cada tanto, reaparece la tentación de cerrar la economía como si fuera la gran solución: subir aranceles, limitar importaciones, “proteger lo nuestro”. La idea tiene buena prensa, pero mala evidencia histórica. Suena a que estamos cuidando a la industria nacional, cuando en realidad muchas veces la estamos condenando a no crecer más.
Países como Argentina son un caso claro. Llevan décadas apostando a un modelo que gira en torno a la protección: altos aranceles, subsidios, cupos. ¿Y qué lograron? Una industria poco competitiva, que no innova, que no exporta, y que sobrevive solo si el Estado la sigue cuidando.
Cuando los incentivos están mal puestos, pasa lo previsible: si tus clientes están obligados a comprarte —porque no pueden importar productos mejores o más baratos—, entonces no tenés ningún motivo real para mejorar. Así se construyen empresas ineficientes, productos de baja calidad y modelos de negocios que dependen del gobierno, no del mercado.
Y el problema se agrava con el tiempo. Porque cuanto más protegés un sector, más dependiente se vuelve, y más presión genera para seguir protegido. Es un ciclo vicioso del que después cuesta muchísimo salir.
Mientras tanto, en otras partes del mundo se hace todo lo contrario. Países como Corea del Sur, Alemania o Irlanda apostaron a la apertura, la inversión en innovación, y la mejora continua. ¿El resultado? Industrias exportadoras, con productos de clase mundial, y con capacidad real de competir en cualquier mercado. Y esto no fue por magia ni por proteccionismo. Fue por inversión, competencia e incentivos bien puestos.
El liberalismo económico, aplicado al comercio internacional, no significa “dejá todo librado al azar”. Significa entender que la mejor forma de hacer crecer una economía es dejar que las empresas compitan, que se enfrenten al mundo, y que se les den herramientas para mejorar: beneficios fiscales, infraestructura, educación técnica, y reglas claras.
Lo explicó perfectamente Ronald Reagan en un video que hoy vale la pena volver a mirar. En dos minutos, deja claro por qué los aranceles son una trampa:
En definitiva, los aranceles no fomentan el crecimiento. Lo frenan. Y cuando la economía está mal, el cortoplacismo empuja a tomar decisiones que parecen razonables en lo inmediato, pero que terminan agravando el problema de fondo.
Y sí, esto también se refleja en los mercados. Es probable que veamos nuevas correcciones. Muchos activos ya están inflados, y el clima de proteccionismo no ayuda a sostener valor a largo plazo.
Por eso, ahora más que nunca, lo mejor puede ser esperar con liquidez, mirar el mercado inmobiliario o simplemente aguardar a que todo toque fondo. Porque va a pasar. Siempre pasa. Y cuando pase, ahí sí será momento de mover.
Deja una respuesta